
ZEÑÓ MANUÉ
Vals
Chabuca Granda
¡Oiga ustéd.. Zeñó Manué..!
y nos estamos quedando
sin esa Lima de otrora,
tan querida y tan señora.
Sus calles como en la copla,
son unas calles cualquiera;
son unas calles cualquiera
camino de cualquier parte.
Ya no nos llevan al parque,
ni tampoco a la alameda,
ya las plazuelas se mueren
alumbrando su tristeza.
No perfuma la diamela,
no cae el jacarandá,
ni florecen los aromos
al llegar la Navidad.
¡Oiga ustéd.. Zeñó Manué..!
enamorado de Lima
que tejes para tu amada
con tus hermosas palabras,
un encaje de ternura
y una guirnalda dorada.
Vamos a cerrar los ojos
e imaginarla soñada.
Vamos junto a un surtidor
que nos cante su recuerdo
y que la luz de un farol
preste amor a nuestro ensueño;
y la flor de chirimoya
y el perfume a reseda,
adormezcan las mentiras
y nos traigan la verdad.
Dicen que hubo, alguna vez,
una Lima zandunguera,
alfombra jacarandá
que tenía sus veredas
soleada cerca a los cerros
y mojada cerca al mar;
dicen que hubo, alguna vez,
una Lima de bandera.
Tiene sus casonas bellas
las puertas de par en par,
ventana de reja y laja,
suave para caminar;
mampara de alegre ruido,
salones de medallón,
al fondo los ventanales
de encaje para mirar
un jardín, una ramada
y un huerto por madurar;
tiene sus casonas bellas
las puertas de par en par.
Desde un bracero encendido,
humitos de la alhucema,
te piden de no hacer ruído
porque hay un niño dormido;
y siente Zeñó Manué,
que en el aire está prendido
el aroma de mixtura
y en azafate servido;
y mira, Zeñó Manué,
cómo un trocito de cielo
se inclina para 'agüeitar'
por si se asoma la niña,
más allá de la cocina
en el patio en que se secan
al sol las tiras bordadas
y se pelan las gallinas.
¡Anda, pues.., Zeñó Manué..! vamos
al borde de un surtidor.
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