Hermelinda
(Vals Peruano)
Autor: Alberto Condemarín
Escucha, amada mía,
la voz de los cantares
que brotan de mi lira
cual desolado son.
Malévola es tu ausencia
temiendo mil azares,
enferma tengo el alma
y herido el corazón.
Ya para mí las aves
no cantan sus amores
ni vierte su perfume
la aurora matinal.
Ni el tímido arroyuelo
que bulle entre las flores
tu rostro peregrino
refleja en el cristal.
Qué triste, amada mía,
los días amanecen,
qué lentas son las horas
que estoy lejos de ti.
Para calmar la duda
que tormentosa crece,
acuérdate, Hermelinda,
acuérdate de mí.
Seré tu fiel amante
que solitario llora
al recordar las horas
de dicha y de placer,
bañando con mis lágrimas
tu frente encantadora,
tus ojos dos luceros
fijados hacia mí.
El vals HERMELINDA tiene tras de sí una historia que muy pocos conocen. Ese fue el nombre de la esposa del gran Felipe Pinglo y esa composición fue dedicada a ella antes de convertirse en la señora de Pinglo. La Srta. Hermelinda Rivera era cortejada por Don Alberto Condemarín, unos 20 años mayor que la joven Hermelinda. En ese entonces Don Alberto era ya un En los versos de Alberto Condemarín ya todo está consumado y nada puede hacer para revertir el desengaño. En sus versos, que son dos años más tarde que los de Pinglo, hay una resignación muy anticipada a la boda de Felipe y Hermelinda. Estos se casaron en la Iglesia de San Francisco el 11 de mayo de 1926.
|