LA CHAMPUCERA
 
 

En las puertas de las tiendas, solares y callejones, se coloca este tipo con todos los trevejos ó adminículos de su oficio, como bracero, olla, cucharas de palo y el farolito colgado con una vela de sebo encendida.

 

La antiguedad de la champucera se distinguía por este rasgo ó circunstancia, que hoy está extinguido y olvidado. Es el siguiente: Desde las siete de la noche, hora en la que, durante el invierno solamente, se expendía el champus de ágrio, un chicuelo colocado por el dueño del puesto cerca de su persona, no cesaba de entonar con su voz infantil lo que se expresa a continuación:

 

"Champus caliente,

Vamos con el café limeño, muchacha;

El que se come medio, se come un real,

Para el colegial:

Venid, venid, que ya está:

El cuartillo por delante

Y la tasa por detrás."

 

El premio del pregonero consistía en una gran tasa de champus, concluida la venta y, si quedaba agotado, la champucera recompensaba los afanes de aquel, dándole medio real. Esto acontecía diariamente y sin interrupción.

 

Hoy no hay más anuncio ni pregón que el farolito con la vela encendida. Los chicuelos de la época son agrandados. Pasaron ya los tiempos de - Ángeles somos, del cielo venimos....

 

Este personaje perteneció al gremio de "las fresqueras y los heladeros", quienes también se apostaban, durante los días cálidos, en el Portal de Escribanos del centro de Lima, para ofrecer, además del "champúz" al que  nos referimos, chicha de piña, chicha de guindas, agua de granadas y gran variedad de frutas.

 

Libro: Lima Antigua por Carlos Prince

 

 
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